viernes, 10 de abril de 2009

Delirios


No está escrito en ningún sitio que nuestras vidas tuvieran que ser absorbidas por un símbolo. Ni siquiera se concibe que éste tenga que habitar ahí, en nuestras cabezas, que tal vez no lo merezcan.
Nadie sabe hasta que punto está bien el imponerse una marca, un logo, un sentimiento, un estigma.
No está escrito que tanto nerviosismo, desvelos y cáscaras de pipas tengan siempre su recompensa. Tampoco que las tardes de domingo, las quinielas y los sms tengan puntos de unión en algún lugar interior, ahí donde la fibra vibra. Nadie nos obliga, ni pueden hacerlo, a sentir siempre.

Sin embargo así lo hacemos a menudo. Llevamos en la cabeza y en el alma un escudo, el escudo de un amor que luego quizá se olvide, se pierda, o se arruine. Una emoción que creíamos duradera, pero al final, por más que nos neguemos a verlo, estaba de paso. Quizás. 

Se van quedando las imágenes de los días, de los estadios, pero si miramos ahora, en el presente, sólo quedan uñas de menos y disgustos de más.

Tal vez en estos momentos soñemos con escapar de este mal sueño y unirse al bando de los de Pep. Pero ya somos mayorcitos y las ideas deberían estar asentadas. Además en esta vida se puede cambiar de casa, de trabajo, de mujer, de partido político e incluso de sexo, pero nunca de equipo. Nunca cambian esos lazos afectivos que se unen a las seis puntas. Al intentar cambiar incluso nos condenamos irremediablemente a ser lo que somos. Y eso pesa. Pesa por todo lo que vimos, vivimos, fumamos y rezamos. La historia la llevamos cómo si fuera una mochila con cientos de piedras que pesan. Y mucho.

Hoy parece que ya no existe, creemos que sólo existe lo que puede verse y eso no es así. Existe también lo que percibimos, y también por qué no, todo aquello que nos robaron y todo aquello que no lograron sustraernos del todo. ¿Qué dice el himno cuando el equipo no está en campo, a quién le canta? ¿De quién habla las crónicas? ¿Qué fue de los tacos, del entusiasmo, del pacharán y del árbitro? ¿En qué momento nos dimos cuento de que todo lo nuestro no era nuestro para siempre?

La memoria recuerda. Y ahora en temporada de lluvías no se borran nunca todas las huellas. La memoria nos permite reconstruir todo lo que se ha roto. Se avanza por el pasado y aunque no todo encaja, a veces se reconoce algo parecido al olor a puro, o al de la hierba. Vuelves a ver una jugada, una o/y mil veces. O aún notas que hay polvo en tu trasero desde la última vez que te sentáste en aquella butaca roja del Municipal.

Todos esos recuerdos nos traen todo aquello que tuvimos. Y que fue nuestro. Cuando el tiempo sólo se media en jornadas y la memoria no era necesaría más que para cualcular el golaverage.

También puede ocurrir que poco o nada se recuerde, pero lo más seguro es que el amor se empeñe en pelear contra el olvido, como uno de esos boxeadores fuertes y feos. Puede ser que ahora nuestros días se sobrepongan al rigor de los días, que todo reste, y encime se acumule. Puede ser que la cabeza quiera recordar después de todo los nombres de todos nuestros jugadores, entrenadores, incluso presidentes; y las anécdotas de todas nuestras batallas, ganadas o perdidas. No es imposible que lo que empezó siendo una distracción o pura rutina dominical, termine por dar fé de lo que fuimos. Y que nos llenemos cuando ya no esperemos nada, de nuestro pasado y, tal vez, de un nuevo futuro.

No puede descartarse que en algún momento recuperemos el orgullo y el sabor de lo vivido. No puede descartarse por tanto, que volvamos sobre nuestros pasos, que revivamos el sentido a lo perdido. No debería ser imposible, y seguramente lo sea, que llegado el día volvamos a enterderlo todo, y las franjas verticales vuelvan a nuestra camisa.

Puede ser, incluso, que al final del cambio, volvamos a hacer las paces con el tiempo y empecemos a entender de nuevo, como niños que recuerdar donde escondían el tesoro, todo lo que significan esas seis puntas, las generaciones que lleva detrás y todo lo que consigo lleva implícito. Por eso. Y por un pasado, un presente y un futuro blanquirrojo.

lunes, 6 de abril de 2009

La vida sigue igual



Entró abril. Aguas mil. Y ninguna novedad. La vida sigue igual. Difícil es describir el estado del Logroñés. Vivo, muerto, en estado vegetal.

La realidad es que los juzgados aún no han dado una respuesta. El Logroñés sigue vivo, aunque sea ahí en los juzgados. Pero en verdad ya no existe. Está muerto. Y nuestros hermanísimos del Sporting nos hicieron un gesto para apoyar nuestro dolor. Desde el Molinón y retransmitido por Canal+. Allí están reviviendo un sueño. Sueño merecido que durante algunos años compartimos. Batallas sin cuartel que ahora sólo quedan reseñadas en los cuentos y en los versos. En aquella pancarta, cuya foto abre la entrada, se puede leer grande y claro "C.D.Logroñés en nuestro corazón". Nada que explicar, habla por sí sola. Sólo decir GRACIAS a nuestros compañeros de batalla.

Mientras tanto por aquí nada cambia. Sánchez sigue haciéndose trampas hasta en los solitarios. Mintiendo y siendo dueño del club. La alternativa parece que viene por parte de "plataforma cero". Las 700 firmas así lo avalan. Aunque aún son pocas. Ya tienen asignadas sus tres campos de gestión: parcela deportiva, económica y social. Su idea es la de empezar de cero, un equipo regido por la afición. Dentro de poco habrá contactos con la Federación Riojana. Pero será el tiempo quien juzgue esta propuesta.

No sé cual será el devenir del fútbol en esta ciudad ya que existen demasiados factores influyentes. Y como siempre los intereses ( o bolsillos) jugarán un papel fundamental en el partido. Me gustaría únicamente que el juego sea limpio y se respeten los colores y los sentimientos. Me gustaría que el hipotético nuevo presidente fuera una persona honrada y logroñesista. Cierto es que si miramos la historia y fuéramos fieles a la imperial filosofía del Logroñés el nuevo presi debería ser otro ladrón del tres al cuarto. Con su guante blanco y todo. Pero como dice otro presi, el cambio es posible. Prefiero un héroe de anchos hombros, con boina y refajo si se precisa. Me da igual si es empresario o poeta. Es como aquel instinto de protección que igualará a los socios del nuevo club (si lo hay) con aquellos celosos padres con hijas casaderas que estiman más la buena intención que un aval. No quieren que su hija sufra ni le hagan daño. Así que los billetes pasan a un segundo plano si la felicidad está en el primero. Tocará esperar.