martes, 26 de enero de 2010

Nubosidad variable



Hace ya unos cuantos años cuando el Logroñés era el ‘Logroñés a secas' se identificaba rápidamente como un equipo con una forma y un semblante particular. Sólo disponía de dos variedades posibles: la del viento procedente del norte y el que venía del sur. El público con el parte meteorológico en mano o simplemente saliendo a tirar la basura, sabía lo que iba a ocurrir en el Municipal de Las Gaunas con un porcentaje mínimo de error. El resto también se sabía: la alineación, con los dorsales perfectamente distribuidos por zonas (he de reconocer que me molesta ver un defensor con el número de un interior izquierda, véase Capdevilla y su ‘11’ o un delantero con el del lateral derecho, Toquero y su ‘2’), el único debate posible es si se jugaba con una delantera de dos futbolistas o se utilizaba un enganche, cosa que en casa no solía verse. También, por esas épocas (me siento mayor al decir esto) existía una leyenda en la ciudad que certificaba que el ‘Logro’ era una especie de Robin Hood que se comía a los rivales poderosos y sufría con los humildes. Si miramos las estadísticas seguramente no nos den la razón, pero imagino que el pueblo lo comentaba a modo de estimulante (al menos salía barato). El quid aquí es que a nadie se le ocurría debatir la forma de jugar, únicamente los contrarios que intentaban justificar así sus derrotas por las armas insoldables del conjunto riojano, las mismas, hay que apostillar, que les valían para explicar sus victorias.

En la actualidad voy a Las Gaunas, a ver al Logroñés (Unión Deportiva), y veo que comete el mismo error que cometío el Recreación en sus pocos años de vida. Intuyo que ha caído en la trama que caen los demás equipos recios del norte, aquello de lo que tanto se quejan los equipos catalanes, o incluso nosotros mismos cuando nos tocaba el Grupo II. Veo un equipo condenado al estado cuaternario cuando el fútbol que se ha visto en esta ciudad no dicta lo mismo.

Cuando se habla de las tardes de gloría del Logroñés, de sus esencias, de las características que llevaba congénitas, de las historias que nos cuentan nuestros hermanos, padres, abuelos…sobre lo que veían en el estadio ¿a qué se refieren? ¿A aquel equipo que hace veinte años quedo séptimo en liga y estuvo a un solo punto de clasificarse para la UEFA? ¿A aquella plantilla en la que Quique Setién le dejaba en bandeja los goles al ‘matador’ Sarabia? ¿Al Logroñés enérgico en el que el ‘Tato’ Abadía mandaba desde el centro del campo? ¿Al Logroñés de los goles en el último minuto por parte del ‘panzer’ Manel? ¿O quizá a uno de los últimos Logroñeses en los que Candelas, Omar y compañía ascendían categorías como quien sube escalones? Podríamos seguir.

Hoy el nuevo Logroñés de 2ºB es otra cosa, al que le da igual el viento norte o el sur. Le resbala. Parece que le gusta condenarse a un juego físicamente aburrido que probablemente sólo practique el Atheltic o el Sunderland (con semejanza en la vestimenta incluida). Visnjic, al que curiosamente veo algo más delgado después de las navidades, parece que ha decidido que el equipo juegue de una manera diferente al Barça o el Cartagena. Es decir, sin balón mediante. La Unión pese a lo que parezca, sólo tiene una y única manera de jugar, pasa lo que pase, haga sol o nieve, en casa o fuera, juegue quien juegue.

Este equipo tiene más vientos que el de antaño pero hay algo que permanece invariable y es la distancia que existe entre la calidad de la plantilla ( siempre presunta y subjetiva) y la también presunta validez de los puntos que consecha. A esto los meteorólogos le llaman nubosidad variable. Denominado igualmente aquel grupo independiente aragonés al que la dependencia le acabó alcanzando. Pero en este caso nos referimos a aquél típico día gris en el que levantas la persiana y ves personas en manga corta, niños ajustándose el gorro montañero, otros con jersey, jovencitas con rebequillas, señores con gabardinas y a coquetas madres con echarpé. Si no tienes personalidad propia acabarías saliendo a la calle en cueros como única forma de acertar.

Lo cierto es que este Logroñés no sabe a qué juega, no se sabe si por urgencias clasificatorias o por falta de fe en sí mismo. El caso es que los ‘pupilos del serbio’ han renunciado a las distintas formas de jugar bien al fútbol y eso se ve reflejado en las gradas y casi hasta en el clima. Butacas vacías y frio. Parece que el mister no se dio cuenta que la única forma de intentar jugar al futbol y no a lo que hacen por el resto del norte es abrir bien las bandas, animar a Iñaki y Borrel para que encaren por la linea de cal y colocar dos delanteros centros, sobre todo si se juega en casa. Arpón, por su parte, debería hacer una reflexión introspectiva y pensar si vino a Logroño como retiro espiritual o si todavía quiere llenarse de barro las botas. Me resulta increíble y bastante bochornoso que un equipo con este potencial coseche tan poco rédito en sus resultados. No comprendo que una plantilla con jugadores como Izquierdo, Gibanel, Arpón, Cervero, Popo, Borrel (en buen plan) y compañía no tenga más espíritu y mordiente que el que dicta el estomago de Visnijc. Es necesario un toque de atención desde arriba, si es que ahí hay alguien. Incluso es planteable una pequeña revolución. Si no, es imposible que salga el sol entre tanta nube.