Foto fuente: Fernando Díaz.
El que se guíe por el resultado final caerá en el engaño. Las Gaunas no suele regalar tardes apacibles, ni deportiva ni climatológicamente hablando. El 3-0 pudiera hacer pensar que nadie se molestó, ni sufrió, ni se mordisqueó las uñas. Nada de eso. El Valencia-Mestalla saltó al campo con la alegría y el desparpajo que se presupone a los equipos filiales y hurgó con saña en las dudas que salpican al conjunto riojano. Sabían de su debilidad en casa y, por ello, plantearon un once inicial bien armado que contase con la 'chispa' de Rubén y Michel en la zona delantera, allí donde se marcan las diferencias. El primer susto llegó en el minuto 4, en un mano a mano de Rubén con el meta local Rubio, que finalmente logró desbaratar.
La Unión, sumida en reflexiones básicas ¿qué es el fútbol?, ¿qué concepto de juego poseemos?, ¿cuáles son nuestros objetivos más cercanos?, saltó al césped con la parsimonia y la desidia que acostumbra en los últimos encuentros y más desangelado si cabe por la baja de última hora de Gibanel por paternidad. Ante tal circunstancia, Visnijc buscó en la recámara y presentó un centro del campo poblado de riojanos y suplentes: Olavarrieta, Salazar y Gaspar. El movimiento se puede mirar tanto desde la ocurrencia como desde el riesgo. Lo cierto es que el trivote sólo hilvanó buenas jugadas después del descanso, ya que en la primera parte todo fueron titubeos y desconcierto que se reflejaban en pases fallidos y gestos inapropiados.
Cuando el pitido del árbitro indicó el descanso, unos se agolparon en la cola del bar para ahogar el suplicio en pacharán, mientras otros barajaron seriamente la opción de abandonar el estadio en busca de una partida de mus o, incluso, de un plan cultural. Pero, justo en el momento en el que se apuraba el cuarto de hora y las gradas volvían a poblarse, el respetable dejó de lado la apatía y explotó, pidiendo la dimisión del entrenador, del presidente, del director general y hasta del diseñador del escudo del club si hubiera pasado por allí. Se salvaron el utillero y unos pocos más.
Ante la bronca que tronaba afuera, el técnico serbio debió de improvisar un discurso a lo braveheart en los vestuarios para que los suyos cambiaran de actitud. Y vaya si surgió efecto. Ya en los primeros compases de la segunda parte,Salazar y Condensso empezaron a controlar y tocar en la medular mientras Cervelo se socializaba en zonas de ataque. Ariño se armó de intención y devoró su banda, de arriba abajo, atacando y volviendo a atacar. Sus acciones, en las últimas jornadas, nos hacen creer en la existencia de una ley de compensación y en los finales hollywoodienses con beso a tornillo.
El violento arreón local propició la llegada de los goles, todos casi seguidos y como a cámara rápida. EL primero lo anotó Salazar con más fe que calidad, el segundo fue muy similar, pero en este caso por obra y gracia de Olavarrieta, y el tercero se consumó tras un gran chut de Gaspar, con el que logró finalmente embriagar las sensaciones y confundir al personal.
Victoria importante, sí, pero engañosa, que da alas a un míster que festejó cada uno de los goles con desmesurado histrionismo, como si sólo la pócima de sus cambios fuera la clave para haberse adueñado de los tres puntos. Quizá le sobro eso. En estos casos es preferible restarse importancia, fingir normalidad. Si no, las críticas proseguirán.
1 comentario:
dentro de poco la rioja tiene que recuperar a su referente!!! mucho ánimo para que la rivalidad vuelva!!! Se os echa de menos!! Aupa Logroñés y Gora Osasuna
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