sábado, 20 de diciembre de 2008
El último tren
Es sábado. Mañana se celebrará la última jornada del año. Y nunca mejor dicho. El Berceo espera. Pero se sabe ganador del encuentro. Si alguno acostumbra a pujar en las apuestas, esta vez el resultado parece bastante inamovible. Un 0-3. Apuesten, Se pueden forrar. El matiz está en que el Berceo no sumará esos puntos y el resto de equipos que hayan puntuado contra el Logroñés en lo que va de año se verán despojados de los mismos. Por que el Logroñés ya no estará ahí. No aparecerá en esa lista, en ninguna clasificación. Su paradero será desconocido. Quizá vaya a parar en algún juzgado con un extrambótico número.
La situación es extrema. Y parece que no ocurre nada. Que sólo es un capítulo más. En realidad lo es, pero el mayor de todos. Es la puntilla. La guinda de un pastel que mucha gente lleva años esperando comer. Los jugadores siguen, algunos en sus casas, negociando con Sánchez. Tan sólo le piden una nomina, un mes. Pero ni con esas. Sánchez sigue hablando de problemas, de juzgados y de pantomimas.
La bomba que hizo explotar todo fue el momento en el que Sánchez había quedado con los jugadores en el Municipal para darles explicaciones sobre los últimos acontecimientos. No fue así. El navarro salió de puntillas de las oficinas para evitar a la plantilla. De tanto salir de puntillas ha crecido un metro en altura y sobre todo, ha disminuido dos en dignidad.
El Logroñés es indescriptible. Pero parece resumido a un sentimiento, ya no es una institución. Son sensaciones simbolizadas en un escudo, unas siglas, y una afición. Ya ni siquiera en una ciudad. Que parece haberle dado la espalda. Por lo menos, parte de ella.
Acompañar al actual Logroñés es como subirse en una montaña rusa de las de antaño. Ya no tiene poderes curativos, ni de entretenimiento y diversión. Parece una noria mareante en la que, a cada vuelta, no cabe más que preguntarse cuántas vueltas restan aún antes de volver a poner los pies en el suelo. Y por los acontecimientos parece que no quedan muchas. Tan sólo una. La de mañana.
No hay que vender la piel antes de cazarla, pero de llegar al final el de mañana sería el más agónico posible. El más triste. No es lo mismo que un juzgado u otros motivos te hagan cerrar la barraca. Pero si ésta se cierra por la incomparecencia de los jugadores, aunque tengan razón, dolería mucho más. Sería un cruel final. Mañana se sabrá. Maldito diciembre.
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