Desangrándose

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Se veía venir. Que se jugase este partido era tan improbable como salvar una vajilla en un terremoto. O que te toque una tómbola en los programas nocturnos de la televisión. A estas horas de la tarde deberíamos estar hablando del gran o insulso partido que debería haber disputado el Club Deportivo Logroñés. De sus goles, de sus incidencias, de lo poblado o no que estaba el graderío, del nivel del rival, de si fueron acertados o no los cambios de Edu, de cuales fueron los mejores jugadores, de cómo queda la clasificación... Pero no ha sido así. Retrocedimos la mente seis años, y nos situamos en Binéfar. Mientras el campo de la Estrella semi-vacío, únicamente estaban los jugadores del Calasancio. Para firmar el acta y que el partido fuera válido. También muchos medios de comunicación, que querían hacerse eco del nuevo episodio del CDL. Todo envuelto en un ambiente frio, distante, triste y apático. Los jugadores del Logroñés sentían las mismas sensaciones, pero en sus casas, o en el hotel, o en Dios sabe dónde.

Sánchez no pagó y el plantel ejerció su opción de declararse en huelga. A algunos aficionados les parece acertada, a otros no. Sea cual sea el parecer, hay que respetarlos. Es su decisión. Si alguno de nosotros estuviera tres meses sin cobrar, y sin garantías de ello, habría que ver las reacciones. Han seguido unos pasos para poder lograrlo, y ni con esas. Algunos piensan que deberían haber esperado hasta el miércoles, o jueves. Pero claro, ninguno estamos en su situación. No sabemos sus urgencias, sus circunstancias y sus necesidades. Aunque las intuimos. Siendo justos sólo hay una persona que no ha cumplido. A puesto sus excusas sí, pero no valen. Al menos hasta después de un tiempo (considerable, por cierto).

En este Logroñés se vive al día, no se ve más allá de los próximos tres minutos. Así lo indica Edu. Voz cantante del equipo en esta dramática situación. No hay más plan que sobrevivir y reagruparse. Es normal que cueste fijar la atención cuando no hay visión a largo recorrido. No hay pan para hoy, y parece que sí hambre para mañana. Las apreturas económicas son la clave del análisis. Han convertido el equilibrio inestable en desequilibrio total. El dibujo en garabato. Y es normal que todo termine por minar las ilusiones, y la confianza. El equipo que se acostumbró a luchar contra enemigos de mil metros, o incluso más altos, ha dejado de creer en su suerte. Y no le faltan motivos para ello. Nadie se siente a salvo. Las cartas de libertad están ahí y parece que varios van a recurrir a ellas mañana mismo. Sánchez ha cambiado su visión para con el público. Antes era el nuevo mesías, ahora un fantasma, o pinocho, o "el placas". Se acabaron las palabrerías. Esto se arregla con billetes, incluso quizá ya ni con esas. Se han cometido tantas imprudencias que la situación no puede adquirir mayor desesperación. Ni impotencia. En manos de una única persona depende el futuro de demasiadas cosas, de tropecientas generaciones y de incontables sentimientos. Podría no ser así, pero nadie en esta Comunidad ha hecho lo necesario para evitarlo. Sólo criticas. Y luego lavarse las manos. Y comer. Pero eso si, con un buen vino.

Mientras tanto, el equipo que más alegrías llevó a la ciudad, el emblema y el sentimiento de una población entera, sigue aconteciendo capítulos que no tendrían cabida ni en el peor de los thrillers. Y todavía quedan. Los peores posiblemente. El desangre es claro. Y el río esta cerca.